
La crisis iniciada en el 2008 ha sido señalada por muchos especialistas internacionales como la «crisis de los países desarrollados», ya que sus consecuencias se observan fundamentalmente en los países más ricos del mundo. Esta crisis originada por Estados Unidos tiene como factores causantes los altos precios de las materias primas, la sobrevalorización del producto, una crisis mundial alimentaria y energética, una elevada inflación planetaria y la amenaza de una recesión en todo el mundo.
La crisis económica española gira en torno al fuerte ajuste de la industria de la construcción tras la burbuja inmobiliaria. La drástica disminución del crédito a familias y pequeños empresarios por parte de los bancos y las cajas de ahorros, algunas políticas de gasto inadecuadas llevadas a cabo por el gobierno central, el elevado déficit público de las administraciones autonómicas y municipales, la corrupción política, el deterioro de la productividad y la competitividad y la alta dependencia del petróleo son otros de los problemas que también han contribuido al agravamiento de la crisis.
Las consecuencias destacan un fuerte aumento del paro, el paso por sendos periodos de recesión y deflación y el temor a un rescate por parte de la Unión Europea.
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